viernes, 5 de abril de 2013

Lo importante no es el destino sino, disfrutar del camino.

Viajo en un tren que acaba de arrancar y  miro el reloj, pienso que aún me quedan tres horas de viaje y ya tengo ganas de llegar para disfrutar en mi destino. Una mirada rápida al vagón y me abstraigo en la lectura. Pasado un rato miro cómo el paisaje pasa velozmente y aún así se distinguen momentos que me abstraen. Un montículo con un mensaje de amor escrito con rocas, unos buitres grandes que vuelan en círculos sobre  un campo de amapolas, unos ciclistas que suben hablando por una cuesta muy empinada. Veo pasar pueblos pequeños de apariencia acogedora con gente conversando y paseando bajo el sol radiante.

Lo importante no es el destino sino, disfrutar del camino.
Y así escuchando música y fijándome en los detalles del camino se me pasa el tiempo tan rápido que no me doy ni cuenta que ya he llegado al final del trayecto. 

Contrariamente a lo que creía, durante el recorrido he gozado mucho y me he permitido imaginarme muchos otros viajes, muchas otras vidas y situaciones, olvidándome  por completo de dónde y por qué iba en el tren.

Así en el tren como en la vida, lo importante no es sólo fijarse unas metas que cumplir cueste lo que cueste, sacrificando cualquier cosa para lograrlas. Se tiene que vivir cada momento intensamente porque es en el devenir de los días que creamos nuestra felicidad y esto nos ayudará a conseguir lo que queremos sin sufrimientos. La recompensa de alcanzar nuestro sueño siempre es muy grande pero lo importante no es el destino, sino disfrutar del camino.

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